domingo, 21 de junio de 2009

BACHILLERES WAYUU SE GRADÚAN COMO EMPRESARIOS EN LA ALTA GUAJIRA


Afuera todavía no ha amanecido y el coro de un grupo de internos que cantan alabanzas religiosas se cuela por los calados de los dormitorios. Están levantados desde antes de las cinco de la mañana para hacer sus oraciones y asear sus cuartos, pero, a diferencia de otros días, no tendrán clases.

El viernes 12 de junio, los alumnos del Internado Indígena de Siapana, corregimiento de Uribia (La Guajira), se alistan para celebrar la graduación de la segunda promoción de bachilleres empresarios de la etnia wayuu. A la ceremonia asistió el vicepresidente de la República, Francisco Santos.
Con los primeros rayos de luz, las enramadas que están alrededor del patio, adornadas con coloridos chinchorros y con mochilas que cuelgan del techo, comienzan a llenarse de estudiantes, familiares e invitados especiales, que vienen desde distintos puntos de La Guajira e incluso de Venezuela.
En un extremo hay una enramada grande, con mesa en la mitad, donde están sentados por lo menos 10 palabreros, ataviados con su indumentaria típica y empuñando el waraarat (bastón de mando). Ellos son los encargados de resolver los conflictos en la cultura wayuu y llegaron para guiar a los graduandos en su nueva etapa.
El sonido de la kaasha (tambor) anuncia que habrá festejo. Pasadas las nueve de la mañana aterriza el helicóptero que trae a la comitiva que acompaña al Vicepresidente. Luego de una calurosa bienvenida, decenas de muchachas que lucen mantas rojas y jóvenes en wayucos (taparrabos) forman varias hileras para bailar la yonna, danza en la que la mujer persigue a su parejo, levantando con cada movimiento una polvareda.
En Siapana, poblado del norte de La Guajira al que se llega por caminos serpenteantes y sin pavimentar, después de un viaje de siete horas en carro desde Riohacha, las casas están desperdigadas y solo crecen cactus y árboles de trupillo. En el internado, al igual que en el resto del pueblo, la energía eléctrica es deficiente. Desde febrero, una planta les presta este servicio de 7:00 a.m. a 1:00 p.m. y de 6:00 a 10:00 p.m. Esa misma planta es usada para bombear el agua que sacan de pozos profundos, pero cuando se termina el combustible tienen que caminar una hora para abastecerse en los jagüeyes.
Pese a esto, Deyanira García González sonríe. Es morena y su cabello es lacio y negrísimo. Tiene 19 años y nació en Bahía Honda, a cuatro horas en carro de Siapana. Ella hace parte del grupo de 20 bachilleres que recibirá de manos de los palabreros los karats (diadema con plumas de pavo real) y sombreros, en la ceremonia simbólica que se realiza en el salón de eventos del internado.
"La graduación iba a ser en diciembre, pero las clases no pudieron ser normales por la falta de docentes y el inconveniente con la rectora. En enero, cuando tuvimos profesores nuevos de español y matemáticas, comenzamos a nivelarnos y hoy podemos decir con orgullo que lo logramos", dice la joven, que cursó el grado 11 en año y medio.
Deyanira se refiere a los problemas que surgieron en abril del año pasado, luego de que la Alcaldía de Uribia decidió trasladar a la entonces rectora, Fanny Yined Samudio, para otro internado y nombrar en su reemplazo a una licenciada de la etnia wayuu. Esto provocó un enfrentamiento entre la administración municipal y la comunidad educativa, que para hacer valer sus derechos y autonomía se tomó las instalaciones del internado por casi dos meses.
Después de un viaje a Bogotá para pedir la mediación del Ministerio de Educación en el conflicto, en junio de 2008 se lograron zanjar las diferencias. Samudio siguió en la institución como docente y la indígena Zunilda Palmar fue designada rectora encargada.
A la seño 'Yina' - así llaman a Samudio- le reconocen haber completado el bachillerato. En 2003, cuando llegó como rectora los alumnos solo cursaban hasta el grado séptimo. "Muchos niños se iban a estudiar a Nazareth pero no duraban porque les quedaba muy lejos", dice la ex rectora, que en 2007 logró graduar a los primeros 14 bachilleres de la institución.
La creación de proyectos como una panadería, una ebanistería y una empresa para el procesamiento del cactus, en la que producen mermeladas, frutas cristalizadas, morenitas, vinos y hasta hamburguesas con la pulpa de esta planta que crece en el desierto, también se la atribuyen a la gestión de Samudio. El año pasado, consiguió que el SENA capacitara a un grupo de alumnos en competencias laborales y en buenas prácticas de manufactura.
Gilber Iguarán Cohen, de los pioneros en panadería, recibió la certificación en este oficio. La lejanía de los centros urbanos y la escasez de alimentos hicieron que él y otros compañeros 'amasaran' desde hace dos años la idea de comer pan fresco. Incluso, apuntaron más lejos.
"Hacemos panes y tortas a base de cactus. La idea es innovar ante todo. Nosotros queremos seguir luchando para que se pueda comercializar este producto", dice Gilber, de 21 años, mientras entrega una degustación del pan que acaban de hornear y que le venden a las rancherías aledañas.
Su intención es seguir al frente de la panadería hasta que entre a estudiar administración de empresas, aunque realmente no quiere abandonar su comunidad. Por eso aprovecharon la presencia del Vicepresidente para pedirle la apertura de una universidad en la Alta Guajira.
Al mediodía, los funcionarios públicos se marchan, pero el festejo continúa. En las enramadas les ofrecen a los invitados friche, shapulana (una sopa preparada con cebo de chivo, fríjol y maíz) y chicha fermentada. Y al caer la tarde, el salón de eventos vuelve a llenarse, esta vez para celebrar la misa de acción de gracias.
De nuevo se oyen los cantos religiosos de la madrugada y los graduandos son bendecidos por el sacerdote. Las bachilleres lucen mantas tapizadas y algunas tienen figuras pintadas en el rostro, y ellos están vestidos con la sheinpala (túnica), que los wayuu usan en ocasiones especiales.
Finalmente llega el momento más esperado. Uno a uno desfilan para recibir los diplomas del brazo de sus padres, quienes no pueden ocultar su orgullo. Y no es para menos. "Este un gran logro porque hemos tenido mucha lucha para sacar a estos bachilleres en la Alta Guajira, una zona tan desértica y lejana", dice Eduardo García, padre de Deyanira. Y añade que ahora el compromiso de todos es irse a estudiar y regresar para servirle a su comunidad.
Con energía solar
La precaria energía con la que cuenta el internado ha hecho que se trunquen muchos de sus proyectos. Aunque consiguieron que les regalaran computadores, solo hasta hace poco pudieron encenderlos porque la planta que tenían era insuficiente. No obstante, gracias a la donación de 80 millones de pesos de la multinacional Philip Morris Internacional recientemente fue instalada la primera fase del proyecto de energía solar que permitirá mejorar el suministro.
Esta empresa también donó 780 millones para la ampliación del internado. "Ya están los diseños y la plata se entregará en tres semanas al Minuto de Dios para que arranque la construcción. Esperamos que para principios del próximo año se entreguen las obras", anunció el Vicepresidente Santos.

LOS WAYUU SE COMPROMETEN A CONSERVAR SANTUARIO LOS FLAMENCOS EN LA GUAJIRA

Las autoridades tradicionales de las comunidades wayuu de Tocoromana y Loma Fresca, pertenecientes al resguardo Perratpu, en el corregimiento de Camarones, llegaron puntuales el jueves a la cita con los funcionarios de Parques Nacionales Naturales.
Fueron a comprometer su palabra en la firma del Régimen Especial de Manejo del Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos, construido de forma conjunta entre los miembros de la comunidad y Parques Nacionales, luego de un largo proceso de concertación que comenzó en 2007.
A las dos de la tarde, la enramada de Tocoromana, ranchería localizada a 15 minutos de Riohacha, estaba llena de indígenas wayuu de todas las edades. Serían testigos de la firma del documento, que una vez sea implementado propenderá por la conservación del área protegida que poblaron sus ancestros hace más de un siglo y que, de paso, servirá para fortalecer su cultura amenazada por la influencia de los alijunas (no wayuu).

Cuando se creó el Santuario, en 1977, los indígenas desconocían que vivían dentro de esta área protegida y solo se dieron cuenta tras pasar a ser administrado por Parques Nacionales casi dos décadas después. "Oímos versiones de que con esta figura íbamos a ser desalojados de nuestro territorio lo que provocó conflictos internos", cuenta Rosa Redondo Pana, representante legal del resguardo.

Esto hizo que en 1997 se dieran a la tarea de legalizar la propiedad de la tierra y de organizarse como resguardo. El proceso culminó el 20 de diciembre de 2006. El Resguardo, cuya extensión es de 120 hectáreas, quedó conformado por las comunidades de Tocoromana, Loma Fresca y Chentico.

Al año siguiente, luego de la adopción del Plan de Manejo del Santuario comenzó el acercamiento con los funcionarios de Parques Nacionales para la construcción del régimen, enmarcado en el manejo y uso sostenible de los recursos naturales que se encuentran en el área protegida.

El Santuario es el hábitat de varias aves migratorias, entre ellas los flamencos, que llegan atraídos por el complejo lagunar de Navío Quebrado y Grande, una despensa de peces y crustáceos que les sirven de alimento. Allí también hay una extensa zona de manglar y de bosque seco tropical.
Aunque las comunidades nativas han estado en el Santuario desde antes de su creación y lo han conservado a su manera, lo que se busca con el régimen es evitar las presiones sobre la flora y la fauna presente en esta área, para lo cual se adoptó una zonificación y reglamentos específicos para cada zona de conservación, sagrada, etnoturística, pastoreo, uso social y manejo especial.

"Va a haber una política interna, ya sabemos dónde se van a construir las viviendas, donde se pueden alimentar los animales y nosotros mismos dimos todos esos puntos", dice Redondo.
Pero conseguirlo no fue fácil. Durante el proceso de concertación se presentaron diferencias con la comunidad de Chentico debido al control ejercido por Parques Nacionales a la construcción de viviendas y edificaciones de material en algunas áreas del Santuario. Esto hizo que se marginaran del acuerdo.

"Ellos querían mejorar sus viviendas y desde ahí comenzó el choque con la líder de esa comunidad y no asistían a las reuniones que se hacían con Parques", explica Leonela Bouriyu, quien pertenece a la comunidad de Tocoromana y trabaja prestando servicios etnoturísticos en el Santuario.
Pese a esto, la directora general de Parques Nacionales, Julia Miranda, se siente satisfecha. "Logramos con la mejor voluntad trabajar con la autoridad indígena pero eso nunca ocurre de un día para otro, no es fácil hay que llegar a unos acuerdos muy claros, por eso las discusiones son largas. Este acuerdo nos va a permitir trabajar juntos para lograr la conservación del Santuario", dijo la funcionaria.

Y resaltó que este tipo de régimen también se ha firmado con comunidades nativas de Utria, Catatumbo Barí y Paramillo y pueden servir como ejemplo en otros países.

miércoles, 27 de mayo de 2009

URIBIA ES LA NUEVA 'SOBERANA' DE LOS WAYUU

La noche del pasado 24 de mayo fue inolvidable para Yoselin Inés Casseres Henríquez. La estudiante de tercer semestre de Derecho, oriunda de Uribia y perteneciente al clan Apshana, fue elegida como la nueva 'Majayut de Oro', en el cierre del XXIII Festival de la Cultura Wayuu.

Los conocimientos de su cultura, el desenvolvimiento y la seguridad al momento de enfrentarse al jurado, le aseguraron el triunfo a esta joven de 20 años, que todo el tiempo contó con el resplado de sus paisanos.

Tras pasar por un encierro de tres días al convertirse en majayut (señorita) a los 13 años, Yoselin empezó a ser vista por los uribieros como una digna representante de su etnia, pero solo hasta este año se animó a participar en el concurso 'Majayut de Oro', pese a que su mamá estaba renuente porque en diciembre se les murió un familiar.

Desde su primera aparición en la tarima Mi'ira su barra fue una de las más bulliciosas, al igual que las comitivas de las representantes de Riohacha, Maricarmen Móvil Gámez y de la Asociación de Estudiantes Indígenas de la Universidad del Zulia (Aseinluz), Keli Tatiana Silva Uriana.

En el escenario, las siete candidatas - cuatro de La Guajira y tres de universidades del Estado Zulia (Venezuela)- no solo desfilaron ataviadas con mantas coloridas, también demostraron sus destrezas en el baile de la yonna o chichamaya, en compañía de sus parejos que lucían guayucos (taparrabos).

La presentación de Tambores de Cabildo, agrupación cartagenera de música afro que estuvo acompañada de instrumentos tradicionales como la kaasha (tambor) y el massi, le dio el toque de interculturalidad a la velada. El espectáculo musical que duró una hora, mezcló danzas africanas y cumbias con jayeechi (cantos), interpretados por el músico wayuu José María Ipuana.

El momento de la verdad llegó cuando las majayut se pusieron sus mantas de gala.
El jurado, integrado por la representante a la Cámara, Orsinia Polanco; la magíster en Educación, Leonor Polanco; la lingüista y educadora wayuu, Alicaia Dorado; la ex ministra de Ambiente de Venezuela, Atala Uriana, y la ex Majayut (1990), Adalcinda Martínez; les hizo preguntas a cada una de las participantes que debían contestar en wayuunaiki y español.
La primera llamada fue Miladis Patricia Epiayú Pushaina, de Manaure, a quien le pidieron que nombrara tres tipos de kanaas (diseños wayuu) y que detallara uno. Presa de los nervios, la manaurera de 18 años confundió la respuesta con el maquillaje facial.
Riohacha también estaba nerviosa. Cuando le dijeron que de acuerdo con la temática del festival (Interculturalidad y Convivencia Pacífica), mencionara tres pueblos con los que podría interactuar, respondió con la voz entrecortada que trabajaría con los pueblos indígenas de Riohacha, Uribia y Maicao para fortalecer más su cultura "porque juntos podemos hacerlo, somos una sola Nación y tenemos que trabajar unidos".
Al final el turno fue para la uribiera, que estaba muy tranquila y segura. Le preguntaron quién fue worunka para los wayuu y contestó sin dudar. "Fue una mujer que tenía dentadura en la vagina y fue tumbada por los mellizos en un jagüey donde el agua se puso roja y desde ahí los animales y las aves tomaron su propio color cada uno".
El público aplaudió su respuesta, aunque algunos comentaron que le había faltado profundizar más.
Luego vino el veredicto. El jurado previendo que la decisión podría generar polémicas leyó un acta en la que dejaba constancia que se habían ceñido a los parámetros exigidos por la Fundación del Festival.
Cuando la jurado Orsinia Polanco dijo que el tercer lugar lo había ocupado Keli Silva, de Aseinluz, su comitiva gritó: 'fraude', 'fraude'. Incluso, algunos lloraron de la decepción.
El segundo lugar fue para Riohacha. Al anunciar a Uribia como ganadora, la plaza Colombia, donde se realizó la ceremonia, tembló con los gritos de los presentes.

Eran las 11:15 de la noche. Yoselin recibió de manos de su antecesora, Josefa Barros Ipuana, la kiara (cintillo tejido) y la banda de 'Majayut de Oro 2009'. "Uribia te cumplí (...) y les voy a cumplir a todos los wayuu colombo - venezolanos", dijo emocionada. Y la gente volvió a aplaudirla.

Premios de la 'Majayut'

La nueva 'Majayut de Oro', además de la kiara y la banda, recibe como premios 3 millones de pesos en efectivo, una novilla, una joya de la Joyería Amiga de Maicao, una manta del diseñador y artesano Luis Enrique Uriana, un obsequio de Suministros M&M; un bolso wayuu elaborado por la artesana María Concepción Iguarán, un anillo, un collar y un rosario de oro.

A partir de 1986, año en que fue designada Rosa Tulia Iguarán Epieyu como la primera 'Majayut de Oro', Uribia ha ostentado 11 veces el título, seguida por Venezuela con seis.

LAS 'REINAS' DE LOS WAYUU NO SE ELIGEN POR LAS CURVAS




Maricarmen Móvil Gámez duró tres meses encerrada. Tenía 14 años. Le había llegado su primera menstruación y, según la tradición wayú, debía permanecer lejos de las miradas masculinas y someterse a una dieta estricta para purificar su cuerpo.

Tuvo que suspender sus clases de octavo grado en la Normal Superior de Uribia para ser recluida en un cuarto con paredes de barro, en la ranchería El Paraíso, localizada en el kilómetro 18 de la vía Riohacha-Valledupar.

Su abuela materna, Ángela Pimienta; su mamá, Carmen Gámez, y su tía Cecilia Acosta eran su único contacto con el mundo exterior.

Los primeros tres días estuvo en ayunas, excepto por las tomas de jaguapia, un brebaje amargo preparado con hierbas. "Era para que dejara los malos hábitos de la niñez", dice su tía Cecilia. Además, le cortaron el cabello a la altura de la nuca y tenía que dormir en un chinchorro, colgado muy cerca del techo.

El encierro es el paso definitivo para convertirse en majayut -señorita en wayuunaiki-. En ese período que antes tardaba varios años – de acuerdo con la posición social-, pero que ahora se
reduce a meses e incluso días, las niñas wayuu son formadas para asumir su nueva condición de mujer.

Después del encierro

Ahora, su cabello negro y lacio le llega casi a la cintura y a través de la manta se dibujan las curvas de su reciente adultez. El pasado 4 de octubre cumplió 17 años, su piel es tersa y cuando sonríe muestra su dentadura de marfil.

Hace apenas unos días llegó desde Bogotá, donde estudia II semestre de Comunicación Social, para participar por Riohacha en el certamen de la 'Majayut de Oro', que será elegida el domingo 24 de mayo en el marco del Festival de la Cultura Wayuu en Uribia.

Esta población, en cuya plaza se levanta un obelisco y donde los indígenas han construido enramadas para atender a los visitantes, es el escenario del singular concurso, en el que la belleza ocupa un segundo plano.

Lo realmente importante es el conocimiento que tengan las participantes de los usos y costumbres de su cultura, el dominio del wayuunaiki -su lengua- y las destrezas en el tejido, el baile de la yonna o chichamaya (danza por pareja en la que la mujer persigue al hombre al son de la kaasha -tambor-) y la preparación de platos típicos.

"El concepto de belleza es diferente al occidental porque aquí no escogemos una mujer 90-60-90 sino una ciento por ciento orgullosa de su condición como wayuu", afirma Rosa Tulia Iguarán Epiayú, vicepresidenta de la Fundación del Festival.

Y agrega que la elección de la majayut es un homenaje al papel de la mujer dentro de la cultura wayuu. "Nosotros pertenecemos a una sociedad matrilineal y la majayut se convierte en una embajadora de nuestro pueblo", comenta.

Rosa, una mujer de rostro redondo y con poco maquillaje, sabe muy bien de lo que habla. En 1986, se convirtió en la primera en ostentar el título de 'Majayut de Oro'. Fue escogida por decreto y coronada por un capitán del Ejército.

Esa noche, recuerda, estaba ataviada con una manta estilizada, que imitaba los vestidos de las reinas de Cartagena, y tenía zapatos de tacón alto.

"¡Y eso que veníamos en un proceso de afianzamiento cultural!", advierte. Añade que ahora las aspirantes deben lucir mantas tradicionales, guaireñas (sandalias) y accesorios típicos y que a la ganadora, en lugar de corona, le entregan una kiara (cintillo tejido).

Yoselin Inés Casseres Henríquez, la candidata de Uribia, heredó el vestuario y las alhajas de sus presentaciones de su única tía materna, Inés Henríquez, quien murió al año siguiente de haberla instruido en su corto encierro, a los 13 años.

"Cuando vi la mancha roja me asusté, pero mi tía me explicó que ya era una mujer y que tenía que saber tratar a los varones y hacerme respetar para ser valorada", dice esta joven de 20 años, que cursa III semestre de Derecho en Barranquilla.

Aunque su padre es 'alijuna' (no indígena) se considera una auténtica wayú, por eso no se avergüenza de hablar en su lengua y de ir vestida en manta a la universidad.

Admite que entre sus planes no estaba participar como majayut, pero que ante la insistencia de la gente del pueblo, que le decía a Olivia, su mamá, que ella reunía las condiciones, se animó a hacerlo. "Para mí esto no es un concurso sino una experiencia donde hay que resaltar y mostrar la cultura", dice con total convicción.

La noche del domingo, en el cierre del festival, se conocerá el nombre de la nueva 'reina' de los wayuu. Las siete majayut que participan este año (cuatro de La Guajira y tres de Venezuela) harán su aparición en la tarima Mi´ira vestidas de gala: con mantas confeccionadas en un telar. Al final, la ganadora quizás no sea la más bella, pero si la que mejor represente la cultura de sus ancestros.

Estas son las candidatas

Miladis Patricia Epiayu Pushaina, representante de Manaure. Tiene 18 años y estudia 11 grado. Pertenece al clan Pushaina.
Ana Matilde Palmar Palmar, de la Universidad Costa Oriental del Lago de Maracaibo (Venezuela). Tiene 22 años. Pertenece al clan Uliana.

Yugeidy Guadalupe González González, de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador de Venezuela. Tiene 18 años y cursa IV semestre de Educación Intercultural Bilingüe. Pertenece al clan Pushaina.

Estilita Suárez Ipuana, de la Universidad de La Guajira. Tiene 22 años. Es oriunda de Nazareth (Alta Guajira) y estudia II semestre de Contaduría Pública. Pertenece al clan Ipuana.

Keli Tatiana Silva Uliana, de la Universidad del Zulia (Venezuela). Tiene 23 años y es miembro del clan Uliana.

Maricarmen Móvil Gámez, de Riohacha; y Yoselin Inés Casseres Henríquez, de Uribia, ambas del clan Apshana.

miércoles, 6 de mayo de 2009

EL FESTIVAL WAYUU DE GIRA POR EL CARIBE


Los organizadores de la XXIII edición del Festival de la Cultura Wayuu armaron maletas y se fueron de gira por dos de las principales ciudades de la costa Caribe para promocionar el máximo suceso cultural de esta etnia.

Mañana, 7 de mayo estarán de visita en Barranquilla, donde realizarán el lanzamiento del Festival a partir de las 5:30 de la tarde en la biblioteca Eduardo Carbonell, ubicada en la unidad Boston de la Caja de Compensación Familiar Combarranquilla.

En el marco del lanzamiento se realizará la presentación del video promocional del Festival y la exposición ‘Tejiendo el Caribe Colombiano’, la cual busca mostrar al público asistente las creaciones de expertas tejedoras de las etnias Wiwa, Kankuamo, Kogui, Wayuu, Arhuaco y Mokaná. También habrá muestras del baile de la yonna o chichamaya y de fotografías étnicas.

El 8 de mayo se presentarán en la Plaza de la Proclamación de Cartagena, donde propios y turistas podrán apreciar las manifestaciones culturales y artísticas de la etnia wayuu. La promoción en la Heroica será posible gracias al respaldo de la Gobernación de Bolívar y los Fondos Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes de Bolívar y La Guajira.

domingo, 3 de mayo de 2009

YA VIENE EL FESTIVAL.....

Del 22 al 24 de mayo se realizará en el municipio de Uribia, departamento de La Guajira, la vigésima tercera edición del Festival de La Cultura Wayuu, declarado Patrimonio Cultural de la Nación.
Este año, el tema del festival será 'Interculturalidad y Convivencia Pacífica', y como ya es costumbre tendrá como componentes las competencias de los juegos tradicionales, los conciertos con instrumentos típicos y la escogencia de la 'Majayut de Oro', una suerte de reina que se escoge no tanto por su belleza como por sus habilidades en el arte del tejido y sus conocimientos sobre la cultura.
Este festival fue creado en 1985, con ocasión de la conmemoración de los 50 años de la fundación de Uribia, conocida como la Capital Indígena de Colombia. Busca el rescate y la preservación de los elementos culturales étnicos del grupo indígena wayuu, cuyas tradiciones se conservan intactas pese a la influencia de los 'alijunas' (no indígenas).
No se pierda estas fiestas... Para más información ingrese a http://festivalculturawayuu.com/

sábado, 2 de mayo de 2009

EN LA GUAJIRA PREVALECE LA FIGURA DEL PÜTCHIPÜ'Ü O PALABRERO WAYUU

Por siglos, se ha encargado de resolver los conflictos mediante la oralidad y continúa pese a que ahora los fiscales y jueces del país incursionan en el nuevo sistema penal acusatorio.

Rafael Arpushana y Nelson Uriana han dedicado la mayor parte de su vida a este oficio. Ambos viven en rancherías cercanas a Riohacha, a donde llegan a buscarlos hasta de Venezuela para que arreglen problemas hablando y negociando.

El matrimonio de una joven wayuu que se había ido a vivir con su novio sin el consentimiento de sus padres fue el estreno como pütchipü'ü de Arpushana.

Tenía 20 años. El papá de la muchacha lo buscó para que acordara el pago de la dote: 70 chivos, 8 reses, dos collares de oro y uno de tuma (piedra preciosa). Arpushana logró la negociación.

Hoy, a sus 56 años, es un experto en todo tipo de arreglos, desde la petición en matrimonio de una mujer hasta el cobro por muerte o el robo de animales, que según él, son los más complicados.

"Soy como un juez", asegura. Su labor es actuar como mediador, dando muestras de un despliegue retórico con el que busca lograr la conciliación, mediante el pago de una indemnización, entre las partes en disputa. Del pago (animales, joyas o dinero), depende que no se desencadene una guerra que puede extenderse y acabar con familias.

Hace cuatro años, Rafael evitó el enfrentamiento entre dos clanes. Un Ipuana mató a tiros a un miembro de los Uriana en una ranchería de Riohacha. Los familiares del que disparó devolvieron el arma con la que se cometió el delito -como siempre se hace y entregaron 30 millones de pesos, seis collares de tuma y cuatro de oro.

En los arreglos wayuu, el grupo afectado se encarga de establecer el monto de la compensación, de acuerdo con el perjuicio y la posición social de la víctima, y el palabrero de negociar con la contraparte y definir detalles del pago.

"Cuando la familia es pobre, el pago puede demorar varios meses o años, el tiempo que tarden en reunirlo", explica Rafael, quien jamás suelta un caso sin resolverlo.

Experto en arreglos de mujeres

Nelson Uriana es un palabrero tradicional. Tiene 60 años. Heredó el oficio de su padre. Desde muy pequeño, lo acompañaba a llevar la palabra para escuchar cómo hacía los arreglos. Con el tiempo se convirtió en su consejero.

Acude a las conciliaciones ataviado con sombrero y guayuco y empuñando el waraarat (bastón), que usa para espantar a los perros y protegerse de cualquier cosa que encuentre en el camino. También para dibujar en el suelo.

Aunque empezó atendiendo robo de chivos, su especialidad es el arreglo de líos de mujeres. Hace poco tuvo que resolver un caso poco común. El papá de un wayuu que murió en una disputa familiar solicitó sus servicios para unirse a la viuda de su hijo.

"Fue complicado", admite Nelson a través de un intérprete porque solo habla wayuunaiki. En la cultura wayuu lo normal es que los sobrinos hereden la mujer del tío materno cuando este muere, por el contrario si es el padre u otro familiar es visto como una ofensa.

Pese a la intervención de instituciones estatales en disputas familiares wayuu, palabreros como Nelson y Rafael se mantienen vigentes. Ellos representan todo el sistema de compensaciones de esta cultura, donde las lágrimas y la sangre tienen precio.

No cualquiera puede ser palabrero. "Se requiere de tacto, habilidad oratoria y prestigio social de la familia de la que provenga", dice Nelson. El palabrero debe tener también vocación y conocimiento de la cultura y costumbres wayuu", agrega Rafael.

Los de Venezuela, más urbanos

La importancia de estos 'jueces' en la recomposición de las relaciones sociales y en el arraigo de la identidad de esta etnia indígena llevó al Ministerio de Cultura a declararlos, en el 2004, Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional.

Para garantizar su salvaguarda, el Observatorio del Caribe Colombiano adelanta un trabajo para identificar y documentar las manifestaciones culturales asociadas a la institución del palabrero.

El antropólogo Weildler Guerra, quien lidera este proceso, asegura que la idea es que las comunidades apropien y transmitan su patrimonio, a la vez que diseñen proyectos orientados a fortalecer las dinámicas culturales locales. Ya han realizado talleres con pütchipü'ü de la Alta y Media Guajira y se reunirán con los de Venezuela.

En este país los palabreros están urbanizados, tienen carné y hasta cargan armas. "Cuando estuvimos en Nazareth (Alta Guajira), nos hablaron de un palabrero al que todos llaman 'cortocircuito' porque le cobra a ambas familias en conflicto", dice Guerra.

Rafael reconoce que la influencia de los 'alijunas' (no wayuu) es una amenaza para el oficio. Por eso les enseña el arte de palabrear a sus hijos y nietos para que la tradición no se pierda.

'Es un ejemplo para el sistema penal'

El magistrado de la Sala Penal del Tribunal Superior de Riohacha, Hebert Mendoza Acosta, asegura que la legislación aplicada por los jueces 'alijunas' (no indígenas) cada vez se aproxima más a la forma de impartir justicia de los palabreros wayuu. Tanto así que el sistema penal acusatorio, que entrará a regir a partir de enero en la Costa Caribe, se caracteriza por la oralidad y la inmediatez de los jueces para solucionar los conflictos.

Según Mendoza, los indígenas wayuu acuden a una figura propia del derecho civil llamada compensación, lo que en la práctica se traduce en que la sanción penal por un delito sea negociada entre ofensor y ofendido, con el pago de una indemnización. Aunque en la legislación ordinaria sólo son negociables los delitos menores (injurias, calumnias), con el arreglo directo entre las partes en disputa se evita la venganza.

"La conciliación logra la convivencia que le hace tanto bien al Estado y a la sociedad, así que -como lo plantean algunas corrientes modernas- el sistema penal sería innecesario o, al menos, bastaría con que tutelara los derechos fundamentales", dijo.
FUENTE: EL TIEMPO.

EL OTRO ÚLTIMO ADIÓS DE LOS WAYUU

La luna todavía está asomada en el firmamento cuando un grupo de mujeres, vestidas con mantas de luto, levantan con su algarabía a los pocos invitados que aún concilian el sueño en hileras de chinchorros colgados de enramadas.

Se alistan para ir al cementerio de la familia González, donde serán desenterrados cinco de sus miembros, fallecidos hace más de una década.

Los yolujas (espíritus) de Luis Ángel, María Abigail, Maria Aminta, Temístocles y Samuel, vendrán desde Jepira (lugar donde descansan las almas en la mitología wayuu) para reencontrarse con sus dolientes en una fiesta de dos días. Luego emprenderán el camino del olvido.

Son las 4 de la madrugada. El camposanto apenas iluminado por unos bombillos de luz amarilla, comienza a llenarse de familiares y amigos que viajaron hasta Guarero, un pueblo en la frontera venezolana, a 15 kilómetros de Paraguachón (La Guajira), desde distintos lugares de Colombia, Venezuela y Estados Unidos, para asistir al segundo velorio de los González.

Según la tradición wayuu, el ritual funerario reafirma los lazos familiares, tanto con parientes de sangre como con aliados (parientes políticos).

Todo wayuu muere dos veces y dos veces entierran a los muertos. La primera vez, en cualquier parte, en donde la persona haya fallecido. La segunda, en su territorio.

En medio de la muchedumbre están los féretros de los esposos Temístocle y María Aminta González. Tienen la madera carcomida por el paso de los años. Dos hombres sudorosos acaban de sacarlos del fondo de las bóvedas, tras quitar las lápidas y romper los bloques de cemento, los sepulcros. La misma operación la repiten con otras tres tumbas.

Carmen Paz, la nieta mayor de la pareja, vestida con una especie de uniforme de enfermera, un tapabocas y guantes quirúrgicos, es la elegida para limpiar los restos de su abuelo, sepultado hace 11 años.

Está serena, pese al dolor que le produce ver convertidos en huesos a sus seres queridos. La víspera se preparó emocionalmente para no derramar una sola lágrima. "Durante la exhumación uno no puede llorar porque después los espíritus no quieren irse a Jepira", dice esta estudiante de licenciatura en informática, que se estrena en el ritual.

Será una larga jornada. Ella deberá estar en vigilia las siguientes 24 horas, rodeada de parientes que le hablan y cantan para que no se duerma. Si lo hace, los difuntos pueden apoderarse de su cuerpo.

El olor a chirrinchi -licor hecho de panela fermentada- es tan penetrante que parece emborrachar a los presentes. Una mujer ataviada con una manta colorida y un tocado en la cabeza desocupa, junto con su joven hija, el contenido de dos tinajas (que simbolizan al hombre y la mujer) por todo el cementerio. Les están dando de tomar a los invitados que vienen desde el más allá.

El aire se llena del humo de tabaco, que sale por bocanadas de un grupo de mujeres. "Por ahí también andan los malos espíritus y con esto se alejan", asegura 'Pocha' González, una matrona wayuu experta en rituales funerarios. Algunas mujeres bañan los ataúdes con varias botellas de whisky, que pasan de mano en mano. La que recibe el envase, apura un trago a pico de botella y enseguida lo pasa. Otras cubren con un pañuelo sus rostros apesadumbrados.

Las urnas son destapadas y las encargadas de la exhumación se apresuran a tapar el cráneo del finado con un lienzo blanco. El público observa expectante. En el interior del ataúd sólo quedan los huesos, que son limpiados con un pedazo de tela empapado en chirrinchi y acomodados en un cofre de mármol. En esta tarea ocupan más de una hora.

Las tumbas vacías son purificadas con licor y aseguradas con un listón rojo. "En caso de hacerse mal el ritual, los espíritus malos pueden llevarse a un familiar; el color rojo les tapa los ojos para que no hallen el camino", dice 'Pocha'.

El segundo velorio

Sobre una mesa reposan los cofres con los restos. En el quiosco, decorado con arreglos florales y retratos de los difuntos, mujeres enlutadas se unen en un lamento rítmico y sostenido, que interrumpen por momentos para conversar y tomar café.

Afuera, hay otro ambiente. El resto de los asistentes están organizados debajo de varias enramadas, pero en vez de llorar, cuentan historias y ríen a carcajadas. Los hombres juegan dominó y beben licor.

A estas alturas, la casa de la difunta María Abigail, donde se realizan los funerales, es un hervidero de gente. Durante todo el día se sacrifican animales para ofrecerles a los invitados. Los fogones permanecen encendidos y las encargadas de la cocina no tienen ni un minuto de descanso.

Para que todos los invitados coman hasta quedar satisfechos fueron sacrificados 200 ovejos y 30 reses. Y se destaparon 300 cajas de whisky.

La abundancia de comida y licor, dice el antrópologo Weildler Guerra, determina el poderío económico y social del difunto y de su familia. Los indígenas también creen que el muerto encontrará en Jepira los animales sacrificados y que esto les traerá prosperidad a sus parientes.

Soraima González recorrió 12 horas en carro desde Caracas, para cumplir el ritual y darles el último adiós a sus familiares. "El segundo velorio es la verdadera despedida de nuestros deudos. Los wayuu somos la única etnia en América con el privilegio de despedir dos veces a los difuntos", dice Soraima, quien llegó con su esposo suizo.

Es mediodía. El padre Henry Tapia, párroco de la iglesia Sagrado Corazón de Guarero, acaba de presidir la eucaristía por el descanso de los difuntos. El sitio donde aún permanecen los restos está a reventar. Las mujeres que antes seguían las oraciones del sacerdote, se abrazan y lloran sin consuelo. Saben que no volverán a tener cerca a sus muertos. Por eso cada una se despide a su manera. Rezan en voz baja, besan los cofres o se cubren la cara con un pañuelo y emiten un quejido.

Finalmente, el cortejo fúnebre se dirige hacia el camposanto, donde los González serán enterrados en el osario familiar, junto con sus ancestros. El segundo velorio ha terminado y los invitados empiezan a marcharse. En las enramadas ya se han descolgado los chinchorros y en los alrededores solo quedan las botellas vacías, las colillas de cigarrillos y las sobras de comida que dejó la muchedumbre que vino al entierro.
FUENTE: EL TIEMPO