Las autoridades tradicionales de las comunidades wayuu de Tocoromana y Loma Fresca, pertenecientes al resguardo Perratpu, en el corregimiento de Camarones, llegaron puntuales el jueves a la cita con los funcionarios de Parques Nacionales Naturales.
Fueron a comprometer su palabra en la firma del Régimen Especial de Manejo del Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos, construido de forma conjunta entre los miembros de la comunidad y Parques Nacionales, luego de un largo proceso de concertación que comenzó en 2007.
A las dos de la tarde, la enramada de Tocoromana, ranchería localizada a 15 minutos de Riohacha, estaba llena de indígenas wayuu de todas las edades. Serían testigos de la firma del documento, que una vez sea implementado propenderá por la conservación del área protegida que poblaron sus ancestros hace más de un siglo y que, de paso, servirá para fortalecer su cultura amenazada por la influencia de los alijunas (no wayuu).
Cuando se creó el Santuario, en 1977, los indígenas desconocían que vivían dentro de esta área protegida y solo se dieron cuenta tras pasar a ser administrado por Parques Nacionales casi dos décadas después. "Oímos versiones de que con esta figura íbamos a ser desalojados de nuestro territorio lo que provocó conflictos internos", cuenta Rosa Redondo Pana, representante legal del resguardo.
Esto hizo que en 1997 se dieran a la tarea de legalizar la propiedad de la tierra y de organizarse como resguardo. El proceso culminó el 20 de diciembre de 2006. El Resguardo, cuya extensión es de 120 hectáreas, quedó conformado por las comunidades de Tocoromana, Loma Fresca y Chentico.
Al año siguiente, luego de la adopción del Plan de Manejo del Santuario comenzó el acercamiento con los funcionarios de Parques Nacionales para la construcción del régimen, enmarcado en el manejo y uso sostenible de los recursos naturales que se encuentran en el área protegida.
El Santuario es el hábitat de varias aves migratorias, entre ellas los flamencos, que llegan atraídos por el complejo lagunar de Navío Quebrado y Grande, una despensa de peces y crustáceos que les sirven de alimento. Allí también hay una extensa zona de manglar y de bosque seco tropical.
Aunque las comunidades nativas han estado en el Santuario desde antes de su creación y lo han conservado a su manera, lo que se busca con el régimen es evitar las presiones sobre la flora y la fauna presente en esta área, para lo cual se adoptó una zonificación y reglamentos específicos para cada zona de conservación, sagrada, etnoturística, pastoreo, uso social y manejo especial.
"Va a haber una política interna, ya sabemos dónde se van a construir las viviendas, donde se pueden alimentar los animales y nosotros mismos dimos todos esos puntos", dice Redondo.
Pero conseguirlo no fue fácil. Durante el proceso de concertación se presentaron diferencias con la comunidad de Chentico debido al control ejercido por Parques Nacionales a la construcción de viviendas y edificaciones de material en algunas áreas del Santuario. Esto hizo que se marginaran del acuerdo.
"Ellos querían mejorar sus viviendas y desde ahí comenzó el choque con la líder de esa comunidad y no asistían a las reuniones que se hacían con Parques", explica Leonela Bouriyu, quien pertenece a la comunidad de Tocoromana y trabaja prestando servicios etnoturísticos en el Santuario.
Pese a esto, la directora general de Parques Nacionales, Julia Miranda, se siente satisfecha. "Logramos con la mejor voluntad trabajar con la autoridad indígena pero eso nunca ocurre de un día para otro, no es fácil hay que llegar a unos acuerdos muy claros, por eso las discusiones son largas. Este acuerdo nos va a permitir trabajar juntos para lograr la conservación del Santuario", dijo la funcionaria.
Y resaltó que este tipo de régimen también se ha firmado con comunidades nativas de Utria, Catatumbo Barí y Paramillo y pueden servir como ejemplo en otros países.
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