"'¿Trajo partida de bautismo?' No, se me perdió. 'No importa,  pónle ese nombre', gritó alguien de alguna parte de ese lugar.  'Y que también nació el 31 de diciembre', agregó. '¿De  qué año?', preguntó la mujer. 'Pónle 18 años, saca la  cuenta', le contestó la misma persona. Y así fue. Nombre: Coleima  Apellidos: Pushaina. Nacida el 31 de diciembre. Tomó mi mano derecha y  estampó mi índice en el papel. 'Ya eres ciudadana', me dijo, 'pero  manifiestas no saber firmar'".
 
Este y otros relatos están contenidos en un cuento que Estercilia  Simanca Pushaina, una de las máximas líderes wayuu, escribió una vez  adelantó una investigación para descubrir por qué su comunidad  tenía nombres tan particulares y por qué todos nacieron el 31 de  diciembre.
 
Escritora, abogada de profesión, con tono de voz pausada, con un  traje blanco que porta que resulta ser característico wayuu, esta mujer  contó que pasó con su familia indígena para que fuera burlada. "Soy  wayuu, nacida en el resguardo Caicemapa, en el sur de la Guajira. 'Manifiesta  no saber firmar' es el resultado de la observación de una  realidad de la que estoy rodeada. Por un tiempo creí que todos los wayuu  habían nacido el 31 de diciembre", asevera.
 
"Al terminar mi carrera de derecho encontré con cédulas que dicen  lo mismo: 'manifiesta no saber firmar, nació el 31 de diciembre'. Y con  nombres como Raspahierro, Cosita Rica, Arrancamuela, John F.  Kennedy, Marilyn Monroe. Empecé a investigar y vi que había  cedulaciones masivas, aún las hay, y descubrí que por falta de un  intérprete que supiera la lengua wayuunaiki se incurrieron en errores.  Vi nombres que atentan contra la dignidad del ser humano y noté que  intentaron cumplir una meta, decir que cedularon a un grupo grande de  indígenas para mostrar la efectividad en un trabajo, mostrando un nivel  inhumano alto", enfatiza.
 
A estos nombres bien podrían sumarse otros dentro de la comunidad  indígena wayuu: Candado, Tabaco, Arena, Teléfono, Popo, Tigre,  Monja, Pescado, Capuchino y muchos otros que burlan la  identidad de estas personas.
 
"Toda mi familia hizo una larga fila junto a otras gentes que  venían de otras rancherías para recibir una tarjetica plástica que ellos  llamaban cédula. Ese día me enteré que mi tío Tanko Pushaina se llamaba  Tarzán Cotes, Dorila se llamaba Espina,  Castorila se llamaba Cosita Rica, Anuwachón se llamaba  Jhon F. Kennedy, Ashaneish se llamaba Cabeza,  Arepuí se llamaba Cazón, Cotiz se llamaba Alka-Seltzer,  el primo Rafael Pushaina se llamaba Raspahierro, mi  primo Matto se llamaba Bolsillo", según cuenta Coleima  Pushaina, el personaje del relato del cuento de 'Manifiesta no  saber firmar', escrito que en 2003 fue incluido en Zúrich (Suiza) en la  lista de honor Ibby (International Board on Books for Young People),  organismo que desde 1953 fomenta la lectura entre menores de edad.
 
De acuerdo con la líder indígena wayuu, estos casos no se han vuelto a  presentar, pero el mal está hecho. Y ahora, lo que  pide, es una jornada de rectificación masiva en muchas rancherías donde  habitan indígenas wayuu pues, sostiene, hay personas que aún conservan  hasta cuatro identidades.
 
"Había pensado en acciones penales pero el registrador con el que  empezó todo esto, Roldan Jiménez, ya murió. Pero sí hemos interpuesto  acciones populares para que se hagan jornadas masivas de  rectificación. Ahora mismo el wayuu tiene que gastar dinero en  movilizarse hasta donde hay una Registraduría y eso también implica  tiempo. Las distancias son muy largas, del kilómetro 44 al kilómetro 70,  bien sea a Maicao o Riohacha. Y aparte hay que tomarse una foto y pagar  por el trámite. Son como 200.000 pesos en total. Y si la  familia está integrada por cinco personas, pues es un millón de pesos",  asevera.
 
Al respecto, Martín Fernando Salcedo Vargas, registrador delegado  para el Registro Civil y la Identificación de la Registraduría Nacional  del Estado Civil, da su versión de los hechos. "No es que la  Registraduría dispuso ponerle esos nombres. La Registraduría  lo que hizo fue ponerles los nombres y apellidos de las personas que  fueron a inscribirlos en el Registro Civil o que fueron a cedularlos.  Las personas eligen los nombres o en su caso quienes los acompañaron".
 
Según el funcionario, no hay razones para pensar que estos nombres  fueron puestos por funcionarios de la Registraduría. "Y no  sé por qué a todos les ponían como fecha de nacimiento 31 de diciembre porque  no existe ninguna norma que diga ello. Para eso existen mecanismos  legales, como un dictamen de Medicina Legal donde le dicen la edad  probable".
 
De hecho, sostiene que en la comunidad wayuu es común que las  personas cambien de nombre y denuncia que en La Guajira es alto  el índice de intentos de doble cedulación. "Cada vez que  iban y los cedulaban, en ocasiones con intereses electorales, les  generaban la expectativa de tener un documento. Entonces ellos mismos se  cambiaban de nombre por varias razones: la primera es porque hay una  línea matriarcal, muchos tenían el apellido del padre porque así lo dice  la ley colombiana. Segundo porque en determinada ranchería se llaman de  una forma y al contraer matrimonio se llaman de otra y cambian de  documento".
 
Y asevera: "Tengo la estadística de que el mayor porcentaje de  suplantaciones e intento de doble cedulación se presenta en el  departamento de La Guajira. Allí es donde más se rechazan documentos por  fraude, intentan tener dos o tres o cuatro identidades".
 
Ahora bien ¿cuándo sucedió esto? A juicio de Estercilia Simanca, la  burla a la identidad de su comunidad se viene presentando desde la  década del 50 y hoy en día, aunque no hay casos, sí hay  personas que tienen varios documentos de identidad. "Somos  aproximadamente 245.000 wayuu dispersos entre Colombia y Venezuela y  podría decir que hay más de 50.000 cédulas anómalas. Este año ya se  hicieron las jornadas de cedulación por parte de funcionarios de la  Registraduría y me percaté que no hubo anomalías".
 
No obstante, explica, hay rectificaciones que se han logrado porque  el indígena tiene el dinero que implica sacar el documento, aunque la  comunidad no se acostumbra a llamar a la persona por su verdadero  nombre. "Raspahierro dejó de llamarse así y ahora su nombre  es Rafael. Él, como autoridad tradicional, sufrió mucho, dice que fue  una señorita en la Registraduría quien le puso así. Él tiene que  autorizar en qué invierten los recursos de su comunidad y cada vez que  era llamado Raspahierro Pushaina era objeto de risas, de burlas. Aún con  su nuevo nombre es difícil que la gente deje de llamarlo así".
 
Sobre el particular, Salcedo Vargas dio cuenta de sus fechas. "Si  usted se pone a analizar estos casos corresponden a los años 70  y 80. A partir del año 2.000 ninguna cédula se expide sin registro  civil de nacimiento. Y para llegar al registro civil de  nacimiento las personas deben, necesariamente, firmar el testigo, uno o  dos, los padres, el declarante. Entonces si hay alguien que no sabe  firmar hay un procedimiento para que le lean lo que dice el registro  civil. Si la persona manifiesta no saber firmar entonces hay una persona  que sí lo hace una vez leída toda la información", explica.
 
Y agrega: "Cuando la cédula pasó de este papel al formato  amarillo dejaron de tener hasta cuatro documentos. Con cédula amarilla  con hologramas yo le garantizo que no existe una sola persona  que tenga dos identidades. Si una persona quiere rectificar su  documento vale, sacarla por primera vez no, los wayuu son colombianos  común y corriente entonces están sujetos a las leyes que rigen a los  demás ciudadanos. Lo último que aparece aquí en la base de datos  reportado, y que puede causar curiosidad, es de un señor de La Guajira  identificado como John Kennedy Torres. Yo no puedo saber si el señor es  wayuu o no".
 
Y mientras la Registraduría sostiene que no fueron sus funcionarios  quienes pusieron estos nombres, y la líder indígena wayuu reafirma en su  relato que ellos sí son responsables, este caso ya es un  documental próximo a estrenarse en Colombia y otros países.
 
El documental
 
Cuenta la tradición que a cada wayuu, al nacer, se le asigna un  nombre con el designio de lo que vino a hacer a este mundo. Así, por  ejemplo, Toushi es cuidador de la tierra, Juya es cuidador del agua y  Noshua es apaciguador de ánimos. Es por ello que conservar su identidad  les resulta más importante que portar un documento.
 
De esto se percató Priscila Padilla, documentalista  colombiana del Conservatoire Libre du Cinemá Francais, en París  (Francia), quien decidió registrar lo que pasó en las rancherías de La  Guajira. "Acabo de terminar este documental, que se denomina Nacimos  el 31 de diciembre. Yo en realidad estaba en La Guajira trabajando en  una película que pronto saldrá, pero este caso llamó mi atención. Llegué  a pensar que era ficción pero luego de hablar con Payaso,  con Coito, con muchas personas con nombres así, vi que  era real. Hablé con muchas mujeres que obtuvieron su cédula a  los 12 o 13 años de edad. Me mostraban la cara de niña en el  documento y vi que había una temática de derechos humanos a  desarrollar".
 
A juicio de la documentalista, el objetivo de sacarles cédulas a los  indígenas wayuu tenía fines políticos. "Antes de la Constitución de  1991 los indígenas no se cedulaban, ellos mismos me decían que no  necesitaban tener esa tarjetica plástica para decir que eran wayuu.  Además el indígena poco ha importado para el Estado y vienen a ser  importantes cuando miran cómo engañarlos, cómo maltratarlos. Y los  políticos se dieron cuenta de que había un gran número de votos  perdidos, entonces había que sacarles cédula. 'Las cédulas le sirven al  político, no a nosotros', me decían los indígenas".
 
En ese sentido, la líder wayuu Estercilia Simanca Pushaina denunció  que en este año electoral su comunidad ha recibido visitas de  candidatos que piden colaboración. Y para ello, han llevado  llantas a quienes tienen camiones. "Y siempre terminan engañando  porque el wayuu cree mucho en la palabra", asevera.
 
Pues bien, en medio de este panorama surgió 'Nacimos el 31 de  diciembre', documental de 50 minutos de duración que tuvo  preestreno en agosto en la capital y cuya presentación tendrá  lugar el próximo 10 de octubre, cuando sea presentado en el Festival de  Cine de Bogotá. No obstante, su directora considera que la  fecha de estreno oficial está por definirse. "Creemos que el gran  estreno debe ser en La Guajira, donde nació y tiene que volver esta  historia. Queremos que se vea en Paraguachón y en  aproximadamente 12 rancherías. Queremos que la Registraduría  asuma su responsabilidad, no que vea en la solución tener una nueva  cédula y ya, que se den cuenta del daño que se ha hecho", asevera.
 
El trabajo también rodará por un gira de cine documental en  2012. Será presentado en un festival de cine latinoamericano en  Toluose (Francia). También en el Festival de Cine  Internacional de La Habana (Cuba) y en otro festival  latinoamericano en Seatle (Estados Unidos). "Estamos  armándole la ruta, pero sí se tiene que ver en la mayoría de países  posibles. Además quiero proponerle al registrador nacional del Estado  Civil, Carlos Ariel Sánchez, que me permita mostrarlo en el auditorio de  la Registraduría".
TOMADO DE EL ESPECTADOR